Mar 14, 2011

Miedo


El miedo es lo más paralizante que existe. El miedo es lo único que nos detiene de alcanzar todo nuestro potencial.

Este fin de semana que viene voy a hacer algo que nunca he hecho. Estoy ofreciendo un taller gratuito para que las personas descubran y entren de lleno en todo su potencial. En pocas palabras, las personas que atiendan el taller tomarán completa responsabilidad de sus vidas: de lo bueno y malo, de lo que sucede o no sucede, de alcanzar sus sueños o seguir dormidos.

Ya tengo aproximadamente 14 personas que participarán en este taller. Los participantes van desde amistades a completos desconocidos. Me conseguí un espacio en la zona sur de Brooklyn y todo comienza este sábado.

Mientras escribo esto, mi corazon late un tanto rápido y me sudan las manos. Tengo miedo.

¿Por qué?

Es primera vez que estaré facilitando un taller para personas que no son pacientes. Estoy acostumbrada a ofrecer talleres para mis pacientes. Como psicóloga, lo he hecho varias veces. He atendido a cientos de pacientes en los últimos 4 años y he facilitado por lo menos 20 talleres de por lo menos 6 semanas de duración.

¿Qué me da miedo de hacer esto para personas "comunes y corrientes"?

Hay una parte de mi que siente que seré desafiada, evaluada, criticada de una manera que no sucede en los grupos terapéuticos. Estoy acostumbrada a ser facilitadora en grupos de personas que han escuchado muy poco de lo que uno está hablando, que tienen una cierta "inocencia" con respecto a una experiencia grupal, y que se entregan por completo a lo que el facilitador ofrece.

De cierta manera, esto es diferente. Tengo la seguridad de que muchas de las personas que participarán conocen algo de lo cual voy a hablar. Tendrán su opinión. Harán preguntas.

Aquí es donde me hago consciente de una creencia limitante con la cual he estado lideando hace bastante tiempo:

Mis ideas sólo son válidas si otros concuerdan conmigo.

Por algún motivo, mis opiniones e ideas sólo tienen valor si otros lo consideran así. Por razones que sólo yo conozco, el desacuerdo es discusión, la discusión es ataque, y el ataque siempre termina en heridas y resentimientos. Por años de repetición de ideas poco saludables no he logrado ver los desacuerdos por lo que son: oportunidades para poner en práctica habilidades esenciales de interacción social, como lo son la escucha activa, la comunicación positiva, reconocer los errores, replantear ideas, negociar acuerdos, y, en especial, mantener y transmitir una visión clara de creencias. Durante mucho tiempo he permitido que el que alguien esté en desacuerdo conmigo me desarme y borre mi esencia. 

Pero, he aquí lo curioso: Al escribir la frase más arriba, leerla, y decirla a mi misma, me doy cuenta que realmente no la creo. Hay una parte mía que teme tanto la crítica, pero al establecer la raiz del temor -esta parte inconsciente que dice que mis ideas sólo sirven si otros la apoyan- me doy cuenta de que más que un temor real, es una parte inconsciente de mi mente que ha mantenido este temor vivo y lo ha convertido en respuesta automática porque no lo he mirado, observado, y transformado desde que se creó hace muchísimos años.

Mi objetivo aquí no es hablar acerca de cuándo se creó este temor, ni cómo, ni quién sostuvo su crecimiento. Al fin y al cabo, eso ya lo he analizado bastante y no me ha servido para deshacerme del temor. Mi objetivo es crear otra forma de enfrentar esta situación, de detenerme en ese momento y reconocer lo siguiente:

Estoy completamente segura de mis creencias y las expreso con orgullo.

Lo que me gusta de esta frase es que no implica que no pueda aceptar opiniones contrarias ni negociar ideas. Sólo implica que yo sé por qué creo en lo que creo: porque me hace sentido, porque lo he vivido, porque lo he decidido así. Es increíble que durante tanto tiempo he elegido escuchar preguntas como ofensas. Aunque fueran ataques, esta afirmación me mantiene en mi centro.

Quisiera agregar algo más. Durante mi vida he pasado por muchas experiencias potencialmente generadoras de ansiedad, temor, miedo: presentaciones frente a un equipo de trabajo, conciertos (donde yo soy la que estoy frente al público), entrevistas de trabajo, presentadora de taller para profesionales, etc. El tema es que, en su mayor parte, he podido hacer todo esto sintiéndome totalmente confiada en lo que estoy haciendo, totalmente orgullosa de mi misma. Cuando esto ha pasado, no ha sido porque me he tomado un tranquilizante ni porque hago caso omiso a mis sentimientos. Ha sido porque me entrego de lleno a la experiencia. Ha sido por que me recuerdo lo siguiente:

Me expreso en todo mi esplendor para alcanzar todo mi potencial.

Mis mejores presentaciones, los momentos en los que me he sentido más exitosa, no han sido porque he recibido reconocimientos ni cumplidos de otros, ni ha sido porque todos los que están presentes les gusta lo que estoy haciendo o creen firmemente en mis palabras. Los momentos en los cuales he sentido más orgullosa de mi misma han sido aquellos en los cuales estoy completamente presente en lo que estoy haciendo, expresando todo lo que soy, compartiendo mi real visión con otros. Mis mejores momentos han sido porque simplemente estoy focalizada en entregar lo mejor de mi en vez de estar tratando de convencer a otros.

De esta forma entraré a mi taller. Recordando que lo único que puedo controlar en este mundo son mis pensamientos, y que lo mejor que puedo hacer -tanto para mi como para otros- es expresarme en todo mi esplendor en todo momento.

2 comments:

  1. Como siempre, maravilloso, me gusta leer tu blog. Me siento identificada, cariños Nat.

    ReplyDelete
  2. Millones de gracias. Mañana es mi primer día de trabajo en un ámbito que hasta ahora no he explorado, y donde por lo tanto, no estaré en mi zona de seguridad, esa en la que "me siento validada". Tu experiencia expuesta en este post me ha encendido una luz para enfrentar este momento; qué ganas de ser parte de ese taller querida Nati!!

    Un abrazo grande

    ReplyDelete