Oct 3, 2010

Eva (y Adán...)


Una de las cosas más inspiradoras de asistir a una conferencia dedicada al tema de Mujeres y Poder es la cantidad de historias que escuchas. Mujeres de todo el mundo, de todas las edades, de distintos sectores sociales y económicos, de experiencias variadas, todas juntas para compartir lo que han vivido, y lo que han llegado a ser hoy, todas increíbles sobrevivientes de sus propias historias. Todas con la meta común de vivir sus vidas lo mejor posible, y eventualmente ayudar a otras a hacer lo mismo.
                Una de las cosas que más me llamó la atención era la cantidad de mujeres que desde una edad muy temprana mostraron marcado interés no sólo por ayudar a otros, sino de hacer sus ideales más íntimos una realidad. Así, muchas de las mujeres que conocí comenzaron sus propias ONG a edades tempranas, y siguieron fieles a sus ideales hasta que sus organizaciones lograron convertirse en ejemplos mundiales y las cuales hoy ayudan a miles de mujeres (y por ende, comunidades) a surgir.
                Cuando escucho esas historias, usualmente se me viene el pensamiento inútil de que yo no he hecho lo mismo. A pesar de tener tantos intereses desde una edad temprana, rara vez me he movilizado continuamente para lograr un objetivo a más largo plazo. He ido a marchas, reuniones, seminarios, charlas, conferencias, y talleres, además de los estudios más extendidos en la universidad (como mi carrera universitaria, un diplomado, y un máster), pero nunca he puesto algo de esto en un proyecto que refleje mis ideales sociales, rara vez he convertido todo esto en un fin palpable.
                Pero creo que de cierta forma esta falta de acción es básicamente una falta de conocimiento (de las tantas oportunidades que existen para que uno se movilice), de apoyo, y básicamente, de confianza. Hoy me siento tremendamente capacitada para compartir y movilizar a los que me quieran acompañar, porque me doy cuenta de la tremenda cantidad de recursos que existen (tecnológicos, sociales, e incluso monetarios) para producir un cambio. Hoy me doy cuenta que uno esencialmente puede hacer lo que quiera, es sólo cosa de MOVERSE.
                Amigas, quiero que utilicen este medio para informarse acerca de acciones, proyectos, y organizaciones de mujeres tan diferentes y similares a cada una de ustedes. Quiero que Chile se llene de mujeres que se movilicen, y es hoy cuando más se necesita gente comprometida por un objetivo. Pero creo que lo esencial es que ustedes se movilicen en lo que realmente creen. Es difícil producir un cambio si la atención de uno cambia radicalmente de un tema a otro, sin llegar a entender lo suficiente y necesario para ser un agente importante en un área. Conozcámonos, apoyémonos, y movilicémonos, pero no olvidemos que lo mejor que puedes hacer es dedicar tus fuerzas a algo que realmente te apasiona.

* * *

                La primera persona que habló en la conferencia es Carla Goldstein. Actualmente es directora del Women’s Institute en Omega, pero ha hecho varias cosas (activista, profesora, abogada). Habló durante toda la conferencia, pero me voy a referir aquí a su discurso inicial (no era considerada una presentadora, sino más bien una facilitadora entre discursos principales, y como mi intención es darles a conocer la totalidad de la conferencia, la estoy incluyendo).
                Carla Goldstein habló de su hija que pronto va a celebrar su Bat Mitzvah (celebración en la religión judía que significa “Hija de los Mandamientos” - Bar Mitzvah “Hijo de los Mandamientos” para los hombres - y que se celebra a los 12 o 13 años para las mujeres). Los Bat Mitzvah no siempre se celebraron - comenzó a celebrarse en 1922, pero los ortodoxos aun sólo lo permiten para los hombres. El Bar o Bat Mitzvah es una celebración en la cual el niño o niña oficialmente se convierte en un practicante de la religión judía por sus propios medios, es decir, se le considera responsable de profesar su religión y participar de actividades religiosas sin la observación ni guía de sus padres. Durante el Bar o Bat Mitzvah el niño o niña tiene que leer una porción del Torah, el libro más sagrado de los judíos.
                A esta niña justo le tocaría leer la parte acerca de la creación (Adan y Eva), y con la intención de animar a su hija a entender más, Carla Goldstein decidió buscar junto a ella en internet distintas versiones de “la creación”. Básicamente, la historia siempre seguía la misma secuencia: Adán y Eva eran completamente inocentes hasta que Eva decidió caer en la tentación, comiendo del árbol del conocimiento. Fue Eva la que llevó a Adán a romper su promesa con Dios, y básicamente fue Eva la culpable de la expulsión de ambos del jardín del Edén, el comienzo de la perdición de la humanidad.
                Por supuesto, uno puede interpretar esta historia de otra forma: Eva puede ser vista como una mujer tremendamente valiente que tomó un paso enormemente importante para nuestro desarrollo como seres humanos. Es una interpretación válida, pero usualmente no es la que primeramente nos viene a la cabeza. Las historias llegan a arraigarse de una manera profunda en nuestro inconciente, y a formar parte de nuestras propias narrativas. Por mucho de que muchas (incluyéndome) no somos religiosas, esta historia ha formado parte de nuestra existencia, e incluso puede verse como una justificación desde el comienzo de los tiempos de la sociedad patriarcal. ¿Cómo sería de distinta nuestra concepción acerca de nosotras mismas si fuésemos criadas con una historia de la creación en la cual las mujeres fuesen definidas como heroínas, como capaces de enfrentarse exitosamente a complejidades morales y sociales?
                No sé qué tanto estoy de acuerdo con Carla Goldstein en cuanto a la influencia de esta historia en nuestro inconciente colectivo, pero sí fue una de las tantas historias que escuché durante la conferencia que me hicieron cuestionarme por qué nunca había mirado eso de tal forma y siempre lo había dado por sentado.
               

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