Mar 13, 2012

Aprendiendo a amar


El otro día estuve conversando un rato con un caballero dueño de una librería espiritual, por decirlo de alguna manera. Su librería es como una tienda de golosinas para un niño para mi: me podría perder horas ahí saboreando cada uno de los dulces.


Conversamos un rato y en esos cortos 15 minutos, sentí nuevamente esa sensación de que cada pieza cae en su lugar y entiendo nuevamente el mundo, lo cual me sucede cuando estoy en una situación que me invita a abrir mi percepción y volver a la esencia de la existencia.


Una de las frases que me dijo el caballero se ha quedado conmigo por más de una semana... No es tanto que fue una frase impactante, novedosa, o siquiera revolucionaria para mi. Pero es una frase tan contingente, tan util para nosotros, tan importante de recordar, y tan presente en mi que sé lo revolucionario que sería si todos tomásemos consciencia de esto e intentásemos practicar una existencia más humana, de amor y perdón. Me dijo "Es tan fácil amar al prójimo cuando éste es aceptable para uno y a uno le agrada. El verdadero desafío es amar al que te daña, al que te desafía, al que te obliga a mirarte a tí mismo."


Una auténtica revolución personal nace de la habilidad de ponerte en las situaciones más difíciles, dicen. Esta es una de esas situaciones.


Antes de escribir este post, repasé el anterior, escrito en agosto del año pasado. Al repasar Los Cuatro Acuerdos de Don Miguel Ruiz destaco: "Nada que hagan los demás es por ti". Cuando tienes esto claro, puedes entregar el amor incondicional del universo sin rencor, sin temor, sin verguenza. 


Has vuelto a recobrar tu poder.

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